20 de septiembre de 2014

La piedra angular

Nunca he sido un buen lector. No necesito adular a nadie ni ensalzar nada. Tampoco tengo el gusto de conocer al autor más allá de haber intercambiado unos cuantos mensajes por las redes sociales. También me parece grotesca e irrisoria la cantidad de libros que se escriben sobre futbolistas sin que ninguno suscite en mí el más mínimo interés. Pero cuando descubrí éste del que voy a hablar, enseguida supe que era especial. Simplemente porque su protagonista lo es. Y mucho.
La primera vez que me fijé en él fue en la ida de los dieciseisavos de la Liga Europa, cuando aún jugaba en el Galatasaray contra el equipo de mis amores. "La barba" apareció por detrás de Reyes y le birló el balón. Empezó a correr con el cuero pegado a la bota y cuando Forlán fue a hacer la cobertura frenó en seco, la pisó y giró sobre sí mismo en una especie de ruleta maravillosa ridiculizando a ambos dos. Lo hizo con tal naturalidad y desparpajo que fue como ver a un tipo en bañador escalar el Everest haciendo footing. Cuando fue sustituido se quedó como absorto, como hechizado por el ambiente de las gradas. En ese preciso instante tuve la revelación divina de que algún día sería rojiblanco.
Cuando por fin conseguí el libro y leí el prólogo no pude dejarlo hasta el final. Si alguna vez visito la ciudad del Bósforo enseñaré el tatuaje secreto, diré las palabras mágicas... Está hecho con un talento literario exquisito pero sobre todo con mucho sentimiento. Solo después de leer esta fascinante historia se percibe la trascendencia de los motivos geográficos y sociales en un carácter forjado a hierro y fuego. El de un líder en la sombra. El de un líder auténtico y veraz.


Arda Turán. El genio de Bayrampasa, el torero legendario reencarnado en futbolista, el José Tomás del atleti, el Dios de piedra del Calderón... Me aterra la simple certeza de su marcha pues supondrá la pérdida irreparable de un futbolista extraordinario e irrepetible dentro y fuera de los campos de fútbol. Ese día portaré brazalete de luto y me faltará entereza para contener las lágrimas.Y a tí Juan Esteban Rodríguez, el genio que lo inmortalizó, te estaré eternamente agradecido por haber creado esta fantástica obra de culto, que sin duda pasará a la historia como la piedra angular del Ardaturanismo.

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