25 de febrero de 2016

Atrapado en el tiempo

Muchos recordarán la célebre cinta de Harold Ramis interpretada por el mítico Bill Murray en la que el protagonista se condenaba a sí mismo a revivir la misma pesadilla día tras día sin cambiar absolutamente nada para evitarlo. No se me ocurre, y creo que no existe, una mejor comparación para explicar lo que le sucede a Simeone y su equipo.


Ayer noche, después PSV-Atlético en la Champions, un apreciado amigo comentaba muy acertadamente que la clave del mal juego tenía su origen en el centro del campo colchonero, porque Juan, que así es como se llama mi amigo, sabe mucho de fútbol entre otras cosas. Y añadía que de los cuatro teóricos centrocampistas uno no estaba, refiriéndose al lesionado Tiago, otro estaba mal, refiriéndose a Koke, y que evidentemente con tan solo dos jugadores en el centro era muy difícil, por no decir imposible, jugar medianamente bien. Y un servidor lo suscribe casi en su totalidad aunque también me gustaría añadir algunos matices.
Es evidente que si un jugador está lesionado y no puede participar, como la plantilla consta de 23 y juegan 11, no es una justificación válida para, de entrada, jugar con uno menos. Aunque en sentido figurado se comprende perfectamente. Y también es muy cierto que Koke está fatal por lo que en principio las cuentas salen. Aunque el motivo de esa inferioridad en el medio, de ese juego tan rudimentario y de la falta de gol, es que el centro del campo colchonero es un absoluto desastre porque, lesiones aparte, absolutamente nadie está en su posición natural.



Para empezar Gabi juega de 5 sin tener las aptitudes para organizar y distribuir en esa zona. Tiene un buen desplazamiento de balón en largo y recupera pero no está capacitado para canalizar el juego de forma eficiente y ordenada. A su lado lo acompaña Saül que todavía tiene menos aptitudes que Gabi para jugar de mediocentro y distribuir. Luego está Koke como volante derecho, que además de estar jugando mal tampoco es un jugador de banda y solo es efectivo ahí si el rival le permite jugar por dentro, aunque estando tan mal como está da igual como le defiendan. Y luego está Oliver Torres como volante izquierdo, un jugador con unas excelentes cualidades pero condenado al fracaso por no tratarse tampoco de un jugador de banda. Sobre Óliver mi amigo, otra vez muy sabia y acertadamente, observó que le costaba demasiado girar hacia el centro que es donde realmente hace estragos. Esto tiene una explicación bien sencilla y fácil de entender. Óliver tiene una extraordinaria calidad y gira muy bien hacia ambos lados, pero si se le coloca a un costado sus defensores simplemente deben procurar que no gire hacia adentro y permitir que gire hacia afuera, bien pegadito a la banda, donde su potencial se reduce drásticamente y sus condiciones son prácticamente nulas. Por lo que podría decirse que no tienen que defender a Óliver sinó a medio Óliver, o incluso menos. Todo lo contrario de lo que supondría intentar contenerlo en el centro donde tendría total libertad para girar hacia ambos lados sin verse delimitado por la línea de cal en la banda.



Todo porque el sistema de Simeone se basa en que los volantes jueguen por dentro para dejar las bandas libres a las subidas de los laterales. Pero si a esos centrocampistas se les impide jugar hacia adentro y los mediocentros no tienen la suficiente calidad y conducción de balón para compensar esa situación y conectar con la vanguardia del ataque, todo el sistema del Cholo se colapsa y el equipo se ve obligado a recurrir al desplazamiento en largo una y otra vez, esperando que el contrario cometa algún error en defensa. Algo que no siempre sucede, bien sea por el acierto de los zagueros rivales o por la falta de definición de los propios delanteros cuando de vez en cuando se les presenta alguna ocasión.

Cabría añadir para evitar posibles malas interpretaciones, que la mayoría de aficionados atléticos, además de un servidor, respalda por completo a Simeone a pesar de los errores pasados, presentes y futuros. Pero debería buscar soluciones en vez de obcecarse una y otra vez en tropezar con la misma piedra y cometer el mismo error. Porque para eso es el entrenador. Para buscar soluciones aunque tarde en hacerlo y se equivoque hasta dar con la tecla exacta. Para adaptarse. Porque en la naturaleza, en la vida y también en el fútbol es indispensable adaptarse para sobrevivir. Porque no hay más remedio que cambiar aquello que en repetidas ocasiones se demuestra por activa y por pasiva que no está bien y no funciona. Porque sinó, partido a partido, se condenará a sí mismo a revivir la misma pesadilla una y otra vez, como Bill Murray en Atrapado en el tiempo.

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