Esperaba un 4-2-3-1 de inicio y con Raúl Jiménez por detrás de Mandzukic, con las líneas mucho más juntas para ahogar al rival en el medio y tener más posesión, favoreciendo también la presión y la salida del balón. No fue así. Mandzukic y Jiménez estaban el uno al lado del otro y un espacio enorme tras ellos hasta la línea de medios. Se perdió la posesión, la presión, la recuperación, la circulación y la salida del balón.
Y no se perdió el partido porque Moyá lo impidió. ¡Qué grande eres Moyá! Defendió la portería a ultranza cuando mas estábamos sufriendo y sacó un par de balones cuando todos pensábamos que acabarían dentro de la portería. Porterazo de los buenos.
Me alegro por él, se lo merece. También contribuyó un poco Benzema fallando dos ocasiones clarísimas. Si hubiera metido alguna dejaría de ser Benzema. Así después del penalti, no voy a decir tonto pero sí innecesario a mi modo de ver, de Siqueira nos fuimos al descanso con la sensación de que podía haber sido bastante peor. En la reanudación el atleti junto las líneas. Y aún sin llegar a trenzar muchas jugadas dio una imagen muy diferente. Empezó a verse otro Atleti. Nuestro Atleti. Y se empezó a nivelar el choque y la posesión a la vez que a los blancos les costaba más sacar el balón y encontrar los espacios para atacar.
Era otra cosa. El partido estaba mucho más nivelado y no sufríamos tanto atrás. Pero ese momentáneo equilibrio sólo duro hasta el minuto 61. Salió Arda Turan.
El genio de Bayrampasa. ¡Qué digo genio! El José Tomás del Atleti, el torero legendario reencarnado en futbolista. El turco que conquistó nuestros corazones desde que llegó y que sigue deleitándonos en las plazas más importantes, en las faenas más difíciles con su temple exquisito y su magia descomunal.
Y si a los tres minutos sale Griezmann el resultado es
un auténtico baño. Un repaso futbolístico en toda regla. A partir de ahí el
Madrid ni la olió. El turco empezó a tocar y a aguantar el balón y suyas fueron
las primeras ocasiones. La primera estuvo muy cerca tras un derechazo ajustado
que salió muy cerca del poste izquierdo de la portería de Casillas. La segunda la sacó Arbeloa cuando ya estaba a punto para
rematar de cabeza a bocajarro.
Pero a la tercera ya no perdonó. Jugadón tremendo con caño incluido de Griezmann que cede a Juanfran para que centre a Raúl García, otro pedazo de jugón, que la deja pasar entre sus piernas para que el mago otomano dé la estocada mortal, haga la estatua y se convierta en el Dios de piedra del Calderón. Una auténtica obra maestra. Una faena histórica. Memorable, Monumental.
Pero a la tercera ya no perdonó. Jugadón tremendo con caño incluido de Griezmann que cede a Juanfran para que centre a Raúl García, otro pedazo de jugón, que la deja pasar entre sus piernas para que el mago otomano dé la estocada mortal, haga la estatua y se convierta en el Dios de piedra del Calderón. Una auténtica obra maestra. Una faena histórica. Memorable, Monumental.
Luego pudo marcar Griezmann, pero ya daba igual. El
maestro entre maestros ya había cortado las dos orejas y el rabo al madridismo.
Y ya había conquistado la plaza del Bernabeu. Cuando alguna vez alguien me
vuelva a preguntar si soy católico diré que no... Que sólo soy Ardaturanista
confeso y de corazón.
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