en el césped merece un castigo ejemplar por sí solo. Sin embargo, sus declaraciones posteriores son más preocupantes si cabe y también son merecedoras de una seria reprobación moral y una profunda reflexión. En ellas se retrata a si mismo como un marrano obsceno y un perfecto indigente intelectual. Ya que sorprende sobremanera, a mí personalmente me deja totalmente perplejo, que su única justificación a su deleznable fechoría sea el mero hecho de que le hayan visto hacerla.
Porque hay que ser muy deficiente para pensar que no va a ser así cuando la víctima, momentos antes, acaba de recibir otra agresión por la que un compañero suyo ha sido expulsado y está siendo atendida. Quizás este necio pensó que las cámaras estarían enfocando hacia las gradas del Coliseum,.. con todos mis respetos para su maravillosa afición azulona. Evidentemente, cualquiera que tenga una mínima noción de traumatología sabe que una pierna no se rompe con un simple pisotón. Pero el acto en si mismo y el momento en el que se produce es de una repugnancia tan vomitiva que ahora que se está implementando el uso del spray en el colectivo arbitral, además de utilizarse para colocar la barrera adecuadamente en los lanzamientos de falta, debería emplearse tambíén para tachar con una X bien grande el dorsal de todos aquellos que ejerzan la violencia gratuita en el fútbol. Para su propia vergüenza antes de ser merecidamente expulsados del campo.
Desgraciadamente, habiendo observado lo que sucede en el fútbol español de un tiempo a esta parte, no puedo hacer otra cosa que calificar de ingenua la esperanza de que desde su propio club (de la RFEF no espero absolutamente nada que no sea igualmente torpe o caciquil) se obligue a este soberano mentecato a una inmediata y pública rectificación. Porque al parecer, no tiene ni la menor idea del daño que causa a su profesión y del nocivo ejemplo que supone para los aficionados de más corta edad. Para todos aquellos niños que juegan al fútbol, van a los campos o simplemente ven los partidos por la tele. Su frase de "Es fútbol, tampoco pasa nada", es uno de los mayores exabruptos que se han dicho debido a su infame contexto.
Y eso no es fútbol. El fútbol es belleza. Porque la lucha, el sacrificio y el esfuerzo colectivo con un balón de por medio es belleza.
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